Cuando la revista barcelonesa Arquitectura Bis se aventuró a publicar en 1978 un número doble monográfico dedicado a Madrid, ésta ya había publicado más de veinte, desde la publicación del primero de ellos, en mayo de 1974. La publicación contribuyó al traslado de la crítica arquitectónica de Madrid a Barcelona, toda vez la madrileña Nueva Forma dejó de editarse en 1975. La fuerza con la que la estructura propositiva de Arquitecturas Bis irrumpió en las escuelas de arquitectura y en los debates críticos más allá de España supuso un completo trasvase crítico en detrimento de la ciudad que, como afirmó Rafael Moneo –único «madrileño» de su Consejo de Redacción– «ocupa el centro de gravedad de la península». No obstante, emergieron en Madrid, al otro lado del espejo, y frente a aquellas posturas continuistas de sus mayores, una nueva generación de arquitectos e historiadores con una decidida vocación teórica quienes, atentos a los movimientos internacionales y mostrándose críticos con las maneras de hacer propias de su contexto más inmediato, alumbraron los intereses de los más jóvenes, marcando una línea de pensamiento propia, distinta y complementaria a la de Barcelona, contribuyendo a la revisión disciplinar posmoderna de la que la revista fue parte.