Desde hace un tiempo, en las discusiones arquitectónicas, las ideas se han ido generando en debates que confrontaban opuestos. La dialéctica entre contrarios es un buen método para delimitar uno de los términos como referencia de futuro respecto a otro ya obsoleto. Podríamos decir que casi es una herramienta de figura-fondo aplicada a conceptos y estrategias. Paralelamente a estas querellas disciplinares, la práctica proyectiva asumía idéntico proceso lógico. Un proyecto, una corriente, un movimiento, debían corresponder a uno de los dos términos confrontados. Unas líneas eran la vanguardia, otras correspondían a lo obsoleto o a lo inconveniente. Se sucedían en el tiempo una vez que la batalla intelectual derribaba a uno frente al otro. Hoy ya no podemos decir que esto siga siendo así. La mecánica dialéctica está desapareciendo a marchas forzadas. Los conceptos se hibridan en parejas imposibles. Y no se mezclan porque sean experimentos teóricos que intentan inventar salidas novedosas. Hemos descubierto que nuestra práctica diaria responde a comportamientos más complejos, sofisticados y borrosos que los que la disciplina se afana por delimitar. Las acciones o las maneras imprecisas son antes que la teoría que lo explica. La lógica borrosa sigue siendo justificativa. Lo que hay son prácticas turbias. Con el término #pragmatismoutópico o #utopismopragmático queremos nombrar, a posteriori, una manera de conducir el proyecto actual que se coloca fuera de una posible dialéctica entre los términos que componen la palabra compuesta. La utopía propone una construcción idealizada de un mundo alternativo generado por un análisis de las condiciones actuales y por una crítica a las mismas. Es una alternativa imposible a corto plazo pero con la aspiración, ciertamente irreal, de ser alcanzable en un futuro. Unas veces llegará en saltos cualitativos, mientras que en otras, evolucionará desde el estado presente. La utopía es un presente que no está en ningún lugar. El utopismo convierte ese lugar en una posición. Por tanto es muy crítico tanto con el presente como con las ideas que lo han sustentado, porque desde esa crítica tienen razón de ser los cambios. También es creativo ya que se arriesga a diseñar la alternativa. Recrea una imagen completa, basándose tanto en principios racionales o morales como en los sueños tecnológicos, incluso los imposibles. Pero esa imagen sería un tipo en el sentido de la definición disciplinar de esa palabra: forma que agrupa similitudes, estructuras o ideas sin que exista realmente en una pieza real que responda exactamente a ello. Del otro lado, el pragmatismo es un comportamiento que asegura que la validación de las conductas, esto es, la verdad en términos genéricos, ha de ser entendido en términos de prácticas o de rutinas. Entre otras, por referencia a costumbres, a experiencias anteriores, a las convenciones asumidas por la mayoría, y a las acciones futuras que modifiquen el panorama. Sólo es verdadero aquello que funciona correctamente, enfocándose así en el mundo real objetivo. Se opone tanto a la visión de aquellos que defienden la existencia de una verdad única y objetiva, independiente del mundo real, como aquellas que consideran que los conceptos humanos y el intelecto representan el significado real de las cosas. Al igual que hoy pensamos, esta corriente supera visiones dualistas del mundo. Si no existen verdades absolutas. Las ideas son provisionales, sujetas al cambio, a nuevas investigaciones, a otras orientaciones futuras. El pragmatismo, igual que el utopismo, es también una posición. Sin embargo su crítica no proviene de un razonamiento teórico sino de una modificación o un ataque a un comportamiento ya establecido. Una convención es mudable porque responde a un acuerdo que puede ser puesto en crisis, por datos o pautas recientes, inéditas o desconocidas. No propone una imagen de futuro sino experiencias futuras que servirán para relativizar el conocimiento presente. Aquí hablaría de modelos, de multitud, infinitos, modelos, frente a un tipo. No es cierto que la utopía sean los fines ni el pragmatismo los medios. Ni que uno sea la ideología y otro la política. No vemos ya dualidades entre idea y materia, ni entre sujeto y mundo, ni entre verdad y realidad, ni entre revolución y política, ni entre imaginación y ordinariez. Estas, y otras dicotomías semejantes que hemos aprendido en viejas recetas están enlazadas o unidas por la acción. Experimentamos situaciones. Contextos o escenarios donde objetos y sujetos se encuentran interrelacionados. Un contexto es una obligada referencia. La acción es la manera en la cual se interviene modificando el contexto. La verdad no es una razón instrumental que justifica la acción específica sino el análisis, la emulación o la proyección de escenarios. El conocimiento se presenta como un proceso continuo e interminable, asumiendo la imposibilidad de ser verdad última, absoluta y aséptica. Pragmatismo. Utopía. Ya no nos debatiremos más entre estos dos polos extremos, danzando entre ellos cada diez años. No creemos en la radicalidad ni en la vanguardia de aquellas dos viejas posturas. En esta época no confiamos en las fuerzas de sus instrumentales visiblemente destensados y lánguidos. Hoy, y mañana, descubrimos lo radical de la acción sobre lo cotidiano con las herramientas de lo habitual, de lo trivial, de los infraordinario. Y entendemos que la mejor postura intelectual es la que adopta lo más quimérico cuando se inmiscuye en lo diario y lo cotidiano, disfrazado de lo usual. El #Pragmatismoutópico, #utopismopragmático no es lugar, ni posición, sino un tipo de movimiento. De intervención activa y productiva sobre el mundo y nuestra sociedad. Mezcla lo vanguardista, sustituido ahora por lo atrevido, audaz o imaginario, con lo pragmático, subrogado por lo convencional, lo corriente o lo vulgar. Mantiene la fuerte crítica al presente para generar en ese momento comportamientos diferentes. Mantiene la relatividad de los hallazgos y reglas establecidos, consciente que otros comportamientos modificarán o generarán otras normas. Crea escenarios de futuro que sirven para chequear los procederes actuales. Inventa los significados de las cosas y de las conductas para permitir modificar las prácticas. Cambia las convenciones para adaptarlas a los nuevos usos. Democratiza la producción de conocimientos. Considera que una cosa no es un objeto sino ese cuerpo y el conjunto de los efectos y repercusiones que tienen las rutinas y las prácticas que emanan de él. Entiende que una posición es una herramienta útil para el individuo que lo guía en sus elecciones para dirigirse a la realidad de forma satisfactoria y no perjudicial. Su posesión es un bien práctico; lejos de ser un fin en sí mismo, es un medio para satisfacer otras necesidades vitales. Habla de hábitos sabiendo que inmediatamente la costumbre individual se olvida porque reflotan aspiraciones de superación. Permite una agradable de armonía en el progreso de ideas y hechos, unas se siguen de otras sucesivas, y simultáneamente, adecuándose a cada suceso de la realidad experimentada. No es autosuficiente aunque goce de autonomía proyectiva. Aparece asociado a lo modestamente extraordinario por ajustado y por reflejar un anhelo. Ambiciona resolver el desconcierto presente con la suma de nuestras pequeñas acciones prácticas.