El estudio del artista, históricamente mitificado como lugar prominente de creatividad personal, fue duramente criticado en la década de 1970 con el advenimiento de la performance, el arte conceptual, land art y minimalismo. Para muchos artistas, este espacio representaba un tipo de práctica, producción material e identidad creativa que deseaban reemplazar o evitar por completo: el genio aislado, el trabajo manual y artesanal, y un contexto restrictivo, romántico, y masculino. Fue el artista francés Daniel Buren (1938-), quien en 1971 terminaba su ensayo “Function of the Studio” afirmando que su trabajo procedía de “la extinción” del estudio, dando lugar a un cambio en el modo de entender la relación entre su arquitectura y el proceso creativo. Su muerte fue declarada, y así nació el “post-estudio”.

Sin embargo, la relación entre el artista y el espacio de producción creativa, no es tan clara y absoluta como parece estar implícito en el término excesivamente amplio “post-estudio”. Si bien algunos artistas identificados con la antigua tradición mantuvieron una relación mas compleja con el espacio y su estética de lo comúnmente aceptado; otros identificados con el post-estudio, como Daniel Buren, no han tomado una distancia tan radical respecto a él, como suelen afirmar ellos mismos o sus defensores.

La investigación parte de la hipótesis de que el estudio – como espacio de trabajo privado y de concentración – representa hoy una alternativa política, crítica y realista frente al actual modelo definido por lo colectivo, la red y el mercado. Se pretende contrarrestar las numerosas afirmaciones prevalecientes acerca de la obsolescencia del estudio privado e individual en la era global de la informatización y la movilidad. Mediante el análisis arquitectónico de los estudios artísticos, podremos obtener una visión crítica que permita poder acompañar el desarrollo de los espacios creativos en la actualidad, y evitar así enfoques proyectuales estereotipados y reduccionistas.