El 2019 fue el año más caluroso en Europa desde que se tienen registros. Si se cumplen las previsiones, los períodos extremos de clima cálido de estos últimos años serán cada vez más frecuentes. También los fenómenos asociados, lluvias torrenciales y sequías, cuyo impacto en las ciudades empieza a ser devastador. El humo de los incendios forestales canadienses está volviendo anaranjados los cielos en muchos lugares del mundo. Las partículas de humo y contaminación son más grandes que las moléculas de oxígeno, y dispersan las longitudes de onda de los colores naranja y rojo. La portada del New York Times tiene una cierta estética, una imagen rothkiana que bien podría estar colgada en algún museo. Irónicamente, es la primera vez que la polución ambiental esconde cualquier vestigio de lo que entendemos por nuestro planeta azul.

Por otro lado, en un contexto de crecimiento de longevidad demográfica, las listas de indicadores de bienestar, y rankings de calidad de vida se han vuelto virales, alimentando una agenda política en expansión sobre la felicidad y los afectos. Sea lo que sea lo que entendemos por la buena vida, su búsqueda como esfuerzo individual y colectivo impulsa constantemente a las sociedades y culturas. Abordamos la buena vida como una colección de imágenes que reflejan nuestros antecedentes culturales, políticos, sociales y religiosos. Desde el Renacimiento hasta la Modernidad, los arquitectos soñaron propuestas de buena vida, ya sea una cabaña en el bosque o la azoteas y jardines de la ciudad contemporánea.

Hoy, estas imágenes parecen anacrónicas para un contexto global en emergencia climática. Los arquitectos deben reposicionarse para adaptar las ciudades a los cambios que sean irreversibles, y para revertir con el diseño aquellos que aún se puedan cambiar. El curso investigará las implicaciones arquitectónicas de esta situación al cuestionar las condiciones políticas, económicas y emocionales que generan el espacio urbano y habitacional. Un escenario que revela la arquitectura, la ciudad y el paisaje como superficies en disputa, atrapadas entre las pautas intangibles de los índices de bienestar y los implacables efectos del cambio climático.

España es uno de los países calificados en los rankings con mejor calidad de vida, pero también uno de los más afectados por la emergencia climática, en especial en las ciudades de la cuenca mediterránea. El curso propondrá dos áreas periurbanas de nuestra geografía acechadas con claros problemas medioambientales, con un doble objetivo: por un lado, el diseño de sistemas e infraestructuras capaces de responder a estos eventos extremos, incluidos olas de calor, inundaciones y contaminación del aire; por otro la implantación de programas arquitectónicos que mejoren las condiciones de habitabilidad y confort para sus habitantes. Estos programas serán elegidos por los alumnos tras un estudio documental que incluya características sociales, productivas, climáticas y culturales del emplazamiento elegido. La propuesta debe centrarse en escenarios mixtos que combinen la vivienda, el espacio de trabajo y los equipamientos colectivos, siendo el espacio público una red intrincada que los conecte en términos físicos y metabólicos. La vivienda, y aquellos programas más tradicionalmente vinculados a la salud o al bienestar, deben disminuir su dependencia de las redes infraestructurales para responder de manera efectiva a la escasez, y la incertidumbre climática, sin perder de vista las estructuras urbanas y ecosistemas que les dan soporte.

 

Curso 2023 – 2024

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